Para el tiempo en que los pastores Francisco y Ofelia tuvieron a su hijo Obed (1967), ya servían al Señor por muchos años con una pasión muy marcada por la evangelización de la niñez. Después de perder 4 bebes al nacer, este niño vino a revivir sus esperanzas de perpetuar el ministerio familiar. A muy temprana edad él entregó su vida a Jesucristo y comenzó a servirle en su capacidad. Predicó su primer mensaje a los 5 y se inició en la página impresa a sus tempranos 10 años. Aunque los más experimentados discernían en Obed un llamado al pastorado, el prefirió servir en las áreas de evangelismo y adoración.
Por su parte, cuando los pastores Reynerio e Irma, recibían su primera hija, Noemí (1972), estaban envueltos en un ministerio rural que también encontraba su mayor respuesta en lo más pequeños. Desde que supo que estaba embarazada, Irma oró fervientemente para que Noemí fuera equipada por Dios con el don de la música. Ante la admiración de todos, este don comenzó a fluir a sus dos añitos, y de forma ininterrumpida desde los seis hasta la fecha.
En el verano de 1989, Obed y Noemí unieron sus vidas delante de Dios y en presencia de sus padres e iglesias respectivas.
Durante sus primeros años de casados vivieron en Cuba y continuaron evangelizando y ministrando música de alabanza y adoración en las Iglesias del Nazareno a todo lo largo de la Isla. El 9 de Septiembre de 1992 fueran traídos por el pastor Mel Santiesteban para servir en la Iglesia del Nazareno “El Buen Pastor”, Hialeah, Florida, donde aprendieron de este experimentado mentor lo necesario para ser lanzados. Allí les nació su primera hija, Ruth (1994).
Durante el verano de 1995, como producto de un poderoso huracán, sus vidas dieron un giro inesperado cuando Dios les llamó a cuidar el pequeño rebaño de la Iglesia del Nazareno Betania. Reubicados en una de las áreas más deprimidas de toda la nación americana y rodeados de grandes retos, tanto sociales como espirituales, poco a poco estos tiernos e inexpertos “hijos de pastores” tuvieron que enfrentar sus propios desafíos y aprender grandes lecciones del Divino Maestro. La familia siguió creciendo con la llegada de Raquel (1996) y Rebecca (1998). También la pequeña congregación comenzó a crecer y robustecerse a través de la oración intensiva, el evangelismo casa por casa y la implementación del “Plan del Maestro”.
Hoy, después de ver el amor y la obstinada insistencia de Aquel que los llamó, nuestros pastores se proyectan a alcanzar grandes cosas por la fe en el “Príncipe de los pastores”. A Él sea la gloria por siempre.